viernes, 19 de julio de 2013

Chaparro conquistó el Castillo de Gibralfaro


Jose Antonio Conejo Vida, Chaparro de Málaga para la afición al flamenco, fue el encargado de abrir el ciclo Las noches flamencas de Gibralfaro, que se enmarca dentro de la bienal malagueña y que finaliza el sábado con el cante de La Cañeta y Antonio de Canillas y el baile de Carrete de Málaga.

Chaparro de Málaga en el Castillo de Gibralfaro

Hablar de Chaparro, es hablar del mejor representante de la sonanta malagueña. Su especialidad es sin duda el acompañamiento al cante, donde alcanza momentos de duende, entablando una conversación perfecta con el cantaor. Ayer, fue él el único protagonista, su toque se convirtió en silencio, silencio de un público que llenó la plaza de armas del Castillo. Demostró estar sobradamente cualificado para llevar su toque solista por teatros y auditorios.




Se podría calificar de perfecto desde el punto de vista técnico su actuación de ayer, sin apenas fallos palpables. Un toque pulcro, limpio y que siempre huele al palo que interpreta, algo que hoy en día con tanto virtuosismo se está perdiendo. Esta es una de las principales virtudes que destacar del toque solista de Chaparro. A cada estilo del frondoso árbol de lo jondo lo dota de su fragancia característica, de su perfume primitivo y de su halo flamenco.




Comenzó por soleá, a lo grande. Sólo con este toque justificó de sobra el dinero de la entrada. Rebosante de flamencura, sin perder una pizca de aroma solearero, acordándose de Diego por momentos. Ya tenía al público en el bolsillo, lo demás era un mero trámite. Pero no se relajó Chaparro y siguió ofreciéndonos lo mejor de su repertorio con momentos de mucho pellizco. Tarantas con un final espectacular. Alegrías acompañado por Juanito Heredia a la percusión y Juan Laiker y Niño de Chaparro a las palmas. Malagueñas y verdiales con olor a Caleta, Limonar y Puerta Oscura. Grandioso.

Chaparro y su grupo. Fotografía: Pepe Portillo

Una de las sorpresas de la noche fue ver al Niño de Chaparro cantando. Lo cierto es que hacerlo en un evento de esta magnitud debe pesar bastante. Se atrevió con la seguiriya, donde su padre es gran especialista, removiendo entrañas con su bordón. Este cante requiere una madurez que de momento no tiene el hijo del tocaor, pero le hechó valor y demostró conocimientos aludiendo a Manuel Torre o Tío José de Paula entre otros. Los nervios hacen que la respiración se acelere impidiendo ligar los tercios en su momento. Peleó el cante con arrestos, pero no le ganó la batalla. Siguió a medio camino entre la soleá y la bulería por soleá con la gran compaña de su padré y más suelto de nervios dejó algunas pinceladas buenas y volvió a demostrar ser buen conocedor.

Chaparro e hijo

Niño de Chaparro

Volvía el protagonismo a recaer sobre José Antonio que nos embaucó con su compás y flamencura. Unas bulerías  a las que siguieron rumbas y tangos donde el Niño de Chaparro dejó unas bonitas letras del gran Chino de Málaga.

De nuevo la armonía y la musicalidad hacían acto de presencia sobre el escenario con aquella creación de Ramón Montoya, la rondeña, aunque el aire de Chaparro se acerca más al de Paco en este toque. Con unas falsetas muy personales y con una limpieza absoluta volvió as poner a relucir su exquisita técnica.

Rondeña de Chaparro:


Para terminar su asedio y conquistar por completo el Castillo de Gibralfaro tocó al compás de unas vertiginosas bulerías acompañado de su grupo. Una noche de éxito para la bienal, para la afición y para la familia Chaparro.


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