jueves, 8 de agosto de 2013

Luisa Muñoz, una flamenca de altura


Dentro de la programación de la bienal malagueña, el Hotel AC Málaga Palacio ha elaborado un ciclo titulado "Flamenco de altura", en el que se ha podido disfrutar de grandes artistas rodeado de unas inmejorables vistas de la ciudad. Ayer, cerró este ciclo una de las cantaoras con mayor proyección en Málaga, Luisa Muñoz, que estuvo acompañada por la sonanta de Juani Santiago y el compás del Kiko y el Yaya.

Elenco artístico



Luisa posee una serie de cualidades innatas para el flamenco, cualidades que la hacen distinta cuando aborda un cante . Su eco, su compás, su pellizco y su flamencura le ofrecen unas facilidades para este arte que además, complementa con el estudio del mismo. Su evolución está siendo muy acertada, y cada vez son más los estilos de soleares, seguiriyas, tangos o cantes de levante que adhiere a su repertorio.

Luisa Miñoz

Abrió su recital en la planta 15 del hotel con lo mejor de la noche, unas soleares muy ligeras y acompasadas en las que estuvo soberbia, echando carbón al cante, cantando gitano y doliendo. Estilos alcalareños, utreranos o jerezanos alcanzaron la gloria en su rasgada voz. Siguió por alegrías y romeras aportando más fragancia salina al ambiente de la que ya de por sí había. Por tangos se acordó de Camarón, la Niña de los Peines o El Titi de Triana, y volvió a poner el listón muy alto. Compás y gusto unidos a un gran poder de transmisión.

Luisa y Juani

Nos llevó por levante con unos tarantos bien dichos a los que prosiguió una irregular seguiriya, en las que hubo momentos muy buenos en los cantes de Joaquín Lacherna y Manuel Torre o el toque incisivo de Juani Santiago. No ocurrió igual con la salida que hizo por el estilo de tío José de Paula, donde no llamó al cante con el "ayy" característico que liga con el primer tercio, además de alargar en demasía el estilo más corto del acervo seguiriyero. 

Juani Santiago

Por fandangos se acordó del genio de la alameda para arrancar unos sentidos "olés" al publico que llenaba la terraza del hotel. Cerró su actuación a compás de bulerías, cante que domina a la perfección y con el que juega a su antojo. Lo mismo mete un fandango que una zambra, lo mismo detiene el tiempo que lo acelera sin salirse de la métrica. Un final a lo grande para un recital de altura.



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