martes, 8 de abril de 2014

La "Herencia" cantaora de José Canela


No hay duda de que el Campo de Gibraltar es una de las canteras más prolíficas del flamenco. A lo largo de la historia ha aportado a este arte una nutrida pléyade de artistas. Si bien, es cierto que en la mayoría de los casos, éstos no se han dado a conocer en exceso, en otras palabras, no se han profesionalizado. Hecho que no resta un ápice de categoría a estos flamencos, pues es bien sabido que desde el principio de los tiempos esta zona ha sido lugar de peregrinación de otros artistas que han buscado allí el cante más íntimo. Actualmente, junto con Jerez, Lebrija y algún pueblo más, el Campo de Gibraltar es uno de los pocos reductos donde podemos encontrar familias cantaoras. Prueba de ello es la saga de los Canelas, donde es consumado patriarca Canela de San Roque, uno de los mejores cantaores de la actualidad.

Jose Canela

José Segovia Cortés, Canela hijo, el más firme continuador de la escuela familiar, presentaba el pasado viernes 4 de abril su espectáculo "Herencia", y lo hacía en su Algeciras adoptiva. Ciudad que lo ha visto crecer y formarse como artista. José es uno de esos jóvenes que vienen pisando fuerte y con las ideas muy claras. El espectáculo pretendía ser un homenaje a su herencia artística, es decir, un homenaje a su escuela, donde su principal fuente reside en los genes. Su eco es Canela, y su herencia es lo que ha mamado en casa, una casa que tiene el flamenco como forma de vida, como única forma de expresión y de ser. Para esta familia el cante es una cuestión de fé, es una religión a la que profesan ferviente devoción. Es algo divino ver a los Canela interactuar en una reunión familiar, ver como se emocionan entre ellos y a su vez a todos los que tiene la suerte de estar en ese ámbito tan reservado.

El recital de José tuvo lugar en el Teatro Florida con la mitad del aforo cubierto, algo razonable teniendo en cuenta la gran capacidad de este teatro. El cantaor estuvo arropado por un elenco artístico de peso. Las guitarras de Miguel Salado y Manuel Jero, las palmas de Diego Montoya, Manuel Salado y Fernando Canela y el violín de Samuel Cortés. A estos hay que añadir los invitados de lujo: Canela de San Roque y Periquín Niño Jero.




José, que se encuentra en plenitud artística, planteó un recital variado pero irregular. No hay duda de que este cantaor es de los que va a alimentar al flamenco durante muchos años. Su voz laina y gitana posee una potencia sin parangón capaz de transmitir la esencia de lo jondo. Sabe rebuscar entre los tercios para arañar con su cante. Así, arañando dio comienzo su espectáculo, a compás de martillo sobre yunque y por martinetes. Pocos con esa juventud entienden la dimensión de este cante como él.

A pesar de que tiene grandes condiciones para ello, hizo una interpretación muy pobre de la granaína, quizás producto de los nervios. En la soleá resurgió para dictar cátedra y revolver el patio de butacas. Me atrevería a decir que en la actualidad no hay quien haga mejor los cantes de Juaniquí que los Canela, y José no se queda nada atrás. Tampoco brilló en los cantes de Huelva, donde quiso homenajear a otra de sus fuentes cantaoras, Camarón de la Isla. Entre tanto, el patriarca de la familia ya había dejado el listón muy alto junto a su inseparable Periquín. Soleá, seguiriyas y fandangos de la Calzá y Chato Méndez fue su aportación al espectáculo.



Para ir encarrilando el cierre, José también quiso poner bandera por seguiriyas, y lo consiguió, fue lo mejor que dejó en su puesta de largo. Sublime en esas subidas tonales y en esa pelea constante con el cante. Con todos ya sobre el escenario y por bulerías se despidió de su público, de su gente. Con este espectáculo, José no sólo dejó constancia de su herencia artística, sino que se postula como uno de los grandes valores del flamenco actual. Si tienen la oportunidad no duden en ir a verlo.




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